domingo, 12 de agosto de 2007

Solo y superdotado



LEONTXO GARCÍA 12/08/2007 para EL PAIS.com

CONOCER LA INFANCIA de Fischer es imprescindible para comprender su vida. Nació en Chicago en 1943, en plena II Guerra Mundial. La miseria y el hambre dominaron sus primeros cumpleaños. Bobby ya era un niño solitario, como reconoció años después, ya adulto: "Mi padre dejó a mi madre cuando yo tenía dos años. Nunca le he visto. Mi madre sólo me dijo que su nombre era Gerhardt y que era de origen alemán. Los niños que crecen sin un padre se vuelven lobos". Regina, judía, hiperactiva, culta, políglota (hablaba seis idiomas), simpatizante del comunismo, estudiante de medicina durante cinco años en Moscú, fue investigada por el FBI, que la consideraba paranoica y sospechosa de espiar para la Unión Soviética. Todo indica que, en realidad, el padre biológico de Fischer no fue el biofísico Gerhardt (supuesto espía de Alemania Oriental), sino el inmigrante húngaro Paul Nemenyi, genial científico de física atómica y colaborador en la construcción de la bomba nuclear, muerto el 1 de marzo de 1952. Tras las mudanzas a California, Arizona y Nueva York, el ajedrez le enganchó con tal fuerza, a los seis años, que su mente se convirtió en una llanura blanquinegra y desértica, como el paisaje desde Keflavik a Reikiavik. Su madre se preocupó mucho por esa obsesión, como les ocurrió más tarde a las de los soviéticos Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov; pero, a diferencia de éstas, ni Regina ni su familia y allegados ni los profesores de Bobby lograron que el niño se desarrollase como persona, a pesar de que su cociente intelectual era de 180, altísimo incluso para un superdotado (a partir de 130), según certificó el colegio Erasmus Hall.

Harta de las constantes broncas con su hijo, Regina le dejó viviendo solo en Brooklyn y se fue al Bronx. Él tenía 16 años y ya había ganado dos veces el Campeonato Absoluto de EE UU; un día dejó los estudios: "Los maestros me parecen más estúpidos que los propios alumnos", y convirtió su vida en un caos; quienes le visitaron en su casa por aquella época aseguran que el desorden era terrible, al igual que las pocas personas que le han visitado en su actual domicilio de Reikiavik.

Desde ese momento se desarrollaron sus fobias contra comunistas y soviéticos, paralelamente a su enorme talento para el ajedrez. Muchos le consideran el mejor jugador de todos los tiempos, y ni siquiera Kaspárov lo niega.

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